miércoles, 19 de enero de 2011

Monjas Clarisas

Partimos en busca de la pista del monasterio de las monjas clarisas. Había leido que las monjas habían arribado temprano a la región pero el texto no aportaba más datos. En épocas donde las mujeres no hacían grandes travesías en América, que se hablara de monjas y monasterios, de lugares perdidos y tesoros, desperto inexorablemente mi espìritu de niño explorador, y allí fuimos.
No era un busqueda al azar ya que paralela a la Ruta 40 y a 5 Km. de Guandacol, esta un poblado que sugestivamente se llama Santa Clara, Guandacol estaba muy poblado por los pueblos originarios al momento de que se los derrotara tras largas resistencias, registrándose alzamientos en 1633, por ejemplo.
Las monjas habían arribado desde Chile antes de 1607 por lo que no teníamos muchas esperanzas de encontrar el sitio, con la experiencia del descuido con que los politicos guandacolenses tienen sobre los testimonios históricos. Entramos por la calle Hemeterio Lago y cuando preguntamos algunos trabajadores a la vera del camino, nos pusimos en contacto con Don Castro, quien nos hizo la guiada.
Nos contacto con Lucía Quinteros, la encargada del convento, que si estaba en la memoria de los lugareños, y ella nos condujo al lugar. No quedaban sino los rastros de lo que fueran las paredes de adobe, un total desatino casi criminal. Nada protegido, son terrenos en explotación por lo que ya casi nada quedaba. ¡ Ruinas anteriores a 1607! Hemos recorrido varias provincias y la historia es la misma, no interesa preservar el pasado. En todo caso, la lucha la hacen algunos lugareños sensibles y tengamos en cuenta que no solo pasa con la memoria histórica en las provincias, en el repositorio nacional de documentación, en el Archivo General de la Nación, las cosas no son tan distintas y sobre sus presupuestos y fondos, nos está vedado conocer (por más datos, puede visitarse http://www.amigosdelagn.org.ar).
Hasta la década de 1960 estuvieron en pié los muros de adobe que ahora eran una pobre marca en el suelo. Nos contaron historias que afirman que allí suelen encontrarse medallas y existe la creencia de que un vecino encontró en un pozo algo que lo impulsó a marcharse del pueblo con rumbo desconocido, y todos no dudan en afirmar que eran objetos de oro (tal vez, un cáliz).
Aprendimos, gracias a la hospitalidad de don Castro, pródigo en historias sobre la ruta 40 y las carreras de Turismo Carretera, sobre las técnicas de secado de frutas, nos despedimos y pusimos marcha rumbo a una experiencia arquelógica.

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