
Apenas nos internamos en una senda, nos encontramos con una finca. Allí nos indicaron que la trepada era posible. Había un camino ensanchado, un poco más largo que el que usaban los mineros y que pudimos reconocer, asombrándonos por lo empinado, estrecho y hartamente pel

Un cartel pareció darnos un apropiado recibimiento, por lo que no evitamos retratarnos. Encontramos cactus de los que crecen sólo un centímetro por año, y con una hermosa flor en todo su esplendor. Cómo no bajar e intentar la foto. No fue fácil la bajada, y la subida tampoco.
El camino presentaba por trechos, cuestas muy difíciles, pero nos animamos. El problema comenzó cuando empezó a ser sólo una huella en donde apenas, calzaban las ruedas. Demasiado angosto.
Tomamos la precaución de

Cuando nos encontramos en la primera cumbre, amesetada, nos bajamos presurosos a descargar adrenalinas pisando tierra. Y allí pidimos observar que estabamos en un luga
Ver el río de color amarillo por debajo, nos sobrecogió. Apuntaba directamente hacia el oeste, de allí venía.
Podíamos ver que el camino continuaba por los lomos de los cerros, apenas marcado, no daba ni para decir que eran angostos. Y de pronto... el regalo de la jornada.