sábado, 24 de abril de 2010

Caminos mineros en wamatinag

Famatina proviene de wamatinag que en quechua significa “madre de los metales”. En casi nomadismo libre, encontramos tras andar por secos ríos un par de kilómetros, una entrada que nos pareció interesante. Y lo era.
Apenas nos internamos en una senda, nos encontramos con una finca. Allí nos indicaron que la trepada era posible. Había un camino ensanchado, un poco más largo que el que usaban los mineros y que pudimos reconocer, asombrándonos por lo empinado, estrecho y hartamente peligroso.
Un cartel pareció darnos un apropiado recibimiento, por lo que no evitamos retratarnos. Encontramos cactus de los que crecen sólo un centímetro por año, y con una hermosa flor en todo su esplendor. Cómo no bajar e intentar la foto. No fue fácil la bajada, y la subida tampoco.
El camino presentaba por trechos, cuestas muy difíciles, pero nos animamos. El problema comenzó cuando empezó a ser sólo una huella en donde apenas, calzaban las ruedas. Demasiado angosto.
Tomamos la precaución de reconocer primero por trechos, buscando lugares en donde podríamos pasar dos vehículos a la vez, nunca se sabe. Teniendo en claro hasta dónde era posible retroceder sin desbarrancarnos, decidimos continuar. Realmente Miguel Ángel se mostró muy diestro al volante.

La belleza del paisaje parecía coronar un día con muchas aventuras. Ver, estar, sentir lo que es transitar por caminos que sólo son usado por mineros. Caminos que no son recorridos por turistas por lo escondido que se encuentan, sin contar lo alocado que es transitar por sendas de cornisa, por malas calzadas, por estar siempre próximos al derrumbe, al precipicio. ¡Que hermoso día!
Cuando nos encontramos en la primera cumbre, amesetada, nos bajamos presurosos a descargar adrenalinas pisando tierra. Y allí pidimos observar que estabamos en un lugar en donde los caminos tomaban cuatro rumbos, que desde allí se podían observar cuatro valles, uno hacia cada punto cardinal. Un lugar estratégico que no descubríamos nosotros, por cierto.
Ver el río de color amarillo por debajo, nos sobrecogió. Apuntaba directamente hacia el oeste, de allí venía.
Podíamos ver que el camino continuaba por los lomos de los cerros, apenas marcado, no daba ni para decir que eran angostos. Y de pronto... el regalo de la jornada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario