Decidimos almorzar en el cauce seco de un río. Noelia, la cocinera, y Ariel, ayudante calificado, se encargarían de restaurar nuestras energías. Demás esta decir que fue el más exquisito almuerzo de toda la campaña. Poco hubo para limpiar tras la bacanal de fideos a la Noe (quien nos recordó que su abu Isabel le había enseñado).
Me encargué de un buen té, para lo cual no me gaste mucho, la naturaleza proveía. Mis habilidades para hacer un fogón fueron malamente cuestionadas cuando me sorprendieron usando un encendedor que para colmo, era de color rosa. En fin, no me permiten usar la tecnología.

Nos pusimos en marcha, pasamos por los lavaderos de oro y no me sorprendí demasiado cuando encontré enhiesta en alto, desafiante, vencedora, ...a una bandera de Rosario Central, cuadro de mis amores. En fin, somos de todos lados.Creíamos tener una idea de hacia
adónde nos dirigiamos. Pero no, no encontramos el camino y cuando encaramos a unos mineros que a caballos y mulas por allí acertaron a pasar, no tuvimos mucha ayuda (son parcos para hablar).Aún sin su ayuda, decidimos ir a buscar oro al Famatina. Lo haríamos apenas encontaramos un camino, una huella, o algo.
Por suerte estaban con un experto guía. Dije: ¡Para allá!. Y hacia alla fuimos, sin saber adónde ibamos.



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