martes, 14 de julio de 2009

Bajo la Alumbrera - Farallón Negro

Nos internamos en el valle de Yokavil nuevamente, pero esta vez, rumbo al sur. Mi entusiasmo me llevó a predecir que debíamos seguir por el trazado de la vieja ruta y cruzar el río más adelante. Pero mi instinto falló, así que no pudimos vadear el río y debimos retroceder unos cuantos kilómetros antes de encontrar el puente que nos facilitó el acceso a la ciudad de Santa María. De todas maneras el recorrido nos enriqueció con sus poblados de largas y únicas calles. Hicimos noche en Santa María, tras devorar un chivito a la cacerola en una esquina de la plaza, teniendo como espectáculo una boda en la iglesia de La Candelaria. La boda era muy comentada por los mozos, ya que la novia de blanco vestido parece ser que era muy conocida (pueblos chicos, infiernos grandes...).
Al otro día, partimos muy temprano y pronto superamos San José y Punta de Balasto. La Ruta 40 nos sorprendía constantemente, arenales a la izquierda, caminos que se perdían en las montañas de la derecha. Viajábamos paralelo a la vieja ruta, comentando sobre lo heroico de quienes transitaban esos caminos no muchos años ha, cuando apareció el aeropuerto menos esperado.
Por 100 km no habíamos cruzado ninguna autoridad, la ubicación de esta pista paralela a la ruta y justo a la entrada de las minas. Y sin autoridades a la vista, uhmmm (qué cosas saldrían por allí, si alguno, por casualidad, no fuera honesto).
La guardia allí instalada nos cerraba el paso. Los 25 km. que separaban la ruta 40 de la entrada a la Mina Farallón Negro y Bajo La Alumbrera, son considerados privados (privados del control del Estado pero no de los concesionarios).
Miramos la bandera de la mina flameando soberana sobre nuestro propio territorio, pensamos en lo oscuro del negocio minero, recordamos al General Facundo Quiroga y de cómo envió de vuelta al inglés que venía a estudiar la posibilidad de explotar la riqueza de la región (se lo devolvió a B. Rivadavia, desnudo y montado sobre un burro... al revés).
Nuestro humor estaba en consonancia con el cielo. Nos pusimos en marcha; nuesto plan... llegar al mediodia, a Hualfin.

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