sábado, 27 de febrero de 2010

Saliendo de la puna

Es notable como el paisaje cambia tras cada portezuelo, abra o quebrada. Aparecen vegas, áreas húmedas de uso comunal, que recogen y mantienen las aguas que vierten los descendentes ríos. Daba para fotos, y eso hicimos (algunas, peligrosas).


No tardamos en llegar a VillaVil, donde tras comprar pan (que aún saboreo), cruzamos el río sin las dificultades que tuvimos cuando subíamos.
Si clickea sobre la foto, podrá observar a tres chicos regresando a caballo, mansamente, sin apuro alguno, de la escuela. Pensabamos en nuestros niños bonaerenses que reniegan de usar el guardapolvo blanco que estos tres sarmientinos a caballo lucen orgullosamente; y esto puedo afirmarlo tras ver además, como se visten los maestros para dar clases en medio de la nada: de elegante sport, con corbata (me evergoncé, yo ya no uso corbata y suelo usar mi ropa más ajetreada para acudir a dar clases).
De Villa Vil a la Puerta de Corral Quemado hay 15 km., allí compramos unos tomates y seguimos rumbo a El Eje, en donde llegamos con hambre, así que nos instalamos bajo unos árboles en la entrada del caserío. La única persona visible atendía un almacén que nos proveyó de lo necesario para un asadito. El caserío, la mayoría son mujeres ya que los hombres se ausentan para trabajar en otros lados, tiene un polideportivo techado que nadie usa, y un barrio a estrenar con casas que esperaban una oportunidad política para ser asignados. Luego, una vuelta por el trazado de la ruta vieja, pasando por un recodo peligrosísimo, para mirar el río (del otro lado esta Hualfín).
Dejábamos atrás la entrada a la puna, con caminos llenos de serruchos y peligrosas cortaderas para los neumáticos, ya no nos apunaríamos, ya no podríamos tomar mate teniendo a llamas, suris, flamencos rosados o zorros a la vista, enmarcados por salares, volcanes, pedregales, soledades.

Continuamos, ahora por la asfaltada ruta 40, hacia el sur. Atravesamos San Fernando, vimos máquinas trabajando en ángulos peligrosos, abriendo caminos sobre laderas de montañas, admiramos hombres que cumplen tareas tan riesgosas (clickee sobre la foto), nos indignamos de ver tanta desprotección laboral; pensamos en los enormes presupuestos destinados a abrir estos necesarios caminos, en las dificultades de recaudación ya que sólo pagan impuestos los residentes en ciudades o valles explotables; y en fin, como vaciamos de contenido al concepto de federalismo.
Pronto atravesamos La Ciénaga y La Puerta de San José, teniendo a nuestra derecha la Sierra de Belén. ¡Sólo restaban 14 km. para llegar a Belén!.

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