jueves, 3 de febrero de 2011

Entre Sarmiento, Borges y Sábato

En no contadas ocasiones, mis amigos me reprochan que siempre les cuento y muestro piedras, arenas, caminos, soledades, y creo que esa es sólo una de las posibles miradas, la más parca, egoista incluso.
Cuando viajamos, vemos todo ello y mucho más, en su contexto natural. Cuando iniciabamos la aventura de contar, decíamos que una de nuestras intenciones era la de mirar desde donde pocos han mirado, y eso hacemos. El paisaje nos inicia con una paleta de colores con matices que no percibimos en los catálogos, desde balcones que no podrá ofrecernos edificio alguno. Pequeñas quebradas, hendijas, como las que conducen a Agua Hedionda, ríos que hoy se nos muestran mansos (suele ser así en febrero). Posibilidad de jugar en el paisaje, mientras ibamos hacía la Boca de la Quebrada.
De pronto, un cartel que nos pareció risueño, y otro que nos recordó al busto de Sarmiento, y allí su presencia, la escuela.
Si no hubiese sido porque acertamos en la encrucijada en donde los senderos se bifurcan, nunca hubíesemos encontrado esa boca enigmática, negra, profunda, tosca.
Un túnel a la espera de su Sábato

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