
Comenzamos a disfrutar algunas de las cosas que no eran de interés: geoformas con formas de silla (el sillón del Gigante), diquesito y cascaditas sobre el río Huaco, subidas y bajadas con cabritos por doquier, coloridos como los de Miranda, algunos tramos de la trepada fueron por cornisas angostas y caidas abruptas, etc.. Las sierras Huacos contagian alegría por sus coloridos verdes y bermellones (nada importante, todo hermoso).
Y allí estaba. El cartel iluminó mi rostro pero estoy seguro que a mis sobrinos les llamó la atención el que casi gritara: La Ciénaga; por lo que lógicamente tuve que explicar a continuación de qué se trataba. Pense en el policía caminero y su desconocimiento de lo que importa al turismo, o tal vez, sólo de lo poco que le importa a él.La cuesta, los vallecitos, y a la vuelta de una curva: un mirador.
No nos extrañó encontrarnos con el Maestro Inmortal, estábamos en San Juan. Me pareció que hacía mucho sol y le ofrecí, irreverente, mi sombrero.
Sacamos fotos, estiramos las piernas, y nos brindamos un vistazo al paraíso.


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