miércoles, 30 de septiembre de 2009

Al Sur del Volcán Galán

Partimos siguiendo una curiosa huella, no se veía a nuestros pies, sólo se advertía en el horizonte. Sabíamos que teníamos que atravesar arenas duras y que nuestra próxima confirmación de que ibamos bien, eran una formaciones curiosas que aparecerían al NE.
Y allí aparecieron, semejantes a ruinas de alguna perdida civilización, pero sólo eran formaciones curiosas. Ahora, las indicaciones del maestro Mario eran de que no debíamos marchar hacia la Pirámide y que obviamente, reconoceríamos a esta apenas se nos presentara; y así fue.

Tomamos una imaginaria senda al Este y comenzamos a buscar la apacheta, nuestro próximo hito. No había forma de no ubicarla. La ancestral costumbre de marcar los caminos y sus cruces con apachetas, tenía ese sentido práctico pero además, era el poner la vida en manos de la Pachamama. Una apacheta es una construcción de toda la vida, cada viajero que por allí pasa tiene la costumbre de agradecerle a la Madre Tierra y colocar una piedra más en el montículo.
Cumplimos con la ceremonia agradeciéndole con un poco de tabaco, unas cuantas hojitas para que pueda coquear, y dejamos caer también un poco de bebida fuerte en el lugar de la ofrenda; sabíamos que la generosidad de la Madre iba a aceptar nuestra súplicas de que arribaramos al lugar deseado sin contratiempo. La ceremonia es tan fuerte como el lugar, estábamos sólos en el medio de un desierto de arena y debíamos enfrentarnos a una trepada constante sobre filosas y volcánicas piedras. Pero estábamos protegidos, la espiritualidad nos embargaba a todos.
Bueno tio, dejáte de decir pavadas y sigamos, casi a coro me gritaron mis sobrinos, así que subí a la máquina y comenzamos a trepar por las piedras que daban una tonalidad verde al camino. ¿Algún pastito? ¡Ja!, ya empezábamos a olvidarnos de ellos. Finalmente llegamos al labio sur, al Mirador Sur del Volcán Galán.

Una inconmensurable olla de arena, conos, picos nevados y desconcertantes lagunas, aparecían ante nuestros ojos que desesperaban por agrandarse más y capturar la inmensidad de aquel páramo, a 4800 msnm. Estrictamente bello.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Zorro colorado

Los paisajes catamarqueños son generosos, permiten que el espectador sea un integrante activo en él. El hombre toma conciencia de su naturaleza pequeña, pequeña. Describir la belleza fue preocupación constante en el hombre; Sócrates - Platón lo intentaban. Yo no me animo, no sería justo colocarme en el lugar de contar cómo un espejo dorado con pinceladas movedizas rosadas, reflejan y magnifican las alturas circundantes, suavizan lo agreste. Uno sabe, siente, que puede llorar en cualquier momento, podría levitar de puro placer visual pero profundamente espiritual. El paraíso está aquí, sin dudas.

La Laguna Grande es un sitio protegido de Lagunas Altoandinas y Puneñas (sitio RAMSAR declarado en el 2009), que se encuentra a 4282 m.s.n.m. El subsitio norte, se encuentra localizado aproximadamente a los 26º24’14” S, 67º20’44” O., en el sector noroeste y centro-oeste de la provincia de Catamarca, correspondiente al extremo austral de la Provincia Geológica de la Puna. Esta laguna es del tipo de cuenca endorreica, como Diamante, Baya, del Salitre, Aparoma, Purulla y Peinado. La Laguna Grande es sitio de nidificación y concentración estival del flamenco Parina Chica o Janes (Phoenicoparrus james) -18.000 individuos, que representa el 18% de la población total conocida de esta especie-. Tiene patas rojas y pico amarillo, a diferencia del Parina Grande o Andino, que tiene un triángulo posterior negro, pico negro y amarillo. También allí pueden observarse los flamencos Chileno o Austral, de rodilla y patas rojas. Se los ha rastreado en invierno, en la Mar Chiquita cordobesa.
El reclamo casi quedo de Noelia, nos puso en alerta. Estabamos en presencia de un nuevo regalo, la presencia de un zorro colorado (Dusicyon culpaeus). Nos habíamos cruzado con suris, llamas, vicuñas, y garzas, pero no esperábamos ver a una mamá zorra con su cachorro.
De pronto, todo nos sobrepasaba. Cuando comprendimos que aquellos manchones rosados eran flamencos, no sabíamos a quien decirle gracias. Miguel Ángel, opto por sentarse mientras yo trataba de capturar la cumbre del nevado de Laguna Blanca y mi sobrino Ariel, creaba una metafoto muy linda al registrar el momento.
Daban ganas de quedarse. Teníamos conciencia de que la meta no existe, el camino y la meta son lo mismo. No teníamos que correr hacia ninguna parte, sólo teníamos que saber dar cada paso plenamente.
Y ya era hora de dar otro paso más. Volcán Galán,¡Allá vamos!

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Laguna Grande

Salimos tarde, casi las 9 hs. desde la escuela rumbo a la Laguna Grande, distante 40 km. de piedra y camino (no es muy original pero si muy descriptivo). El maestro Mario Carrizo nos dijo la siempre mentirosa frase: seguí la huella, no te podes perder. Como es de rutina, nos perdimos a 15 minutos del poblado, aún teniéndolo a la vista. Estábamos en un cerro en donde se encuentra el cementerio, tratando de encontrar una salida que no fuera una a la que nos conducían siempre las varias huellas. pero otra no había. Bajamos la primer pendiente con un gran susto de no poder remontarla luego, por lo que no avanzamos hasta comprobar que nuestro experto al volante, podía lograr subir en semejante ángulo (que luego nos pareció una pavada, a medida que debíamos sortear nuevos desafíos).









Primero avistamos cuál era el mejor cruce sobre el río El Peñon, y luego encaramos las arenas, que por suerte estaban firmes, cruzamos secos cauces de ríos, y seguimos en el pedregal hasta el puesto La Esquina, teniendo a nuestra izquierda la sierra Del Jote. Durante el trayecto pudimos apreciar como cada unos 10 km. había refugios, o sus restos, que eran e incluso son, utilizados por los pastores. En uno de ellos, dejamos algunas latas de comida y continuamos viaje; mientras intentabamos adivinar en el paisaje las descripciones previas de Mario, superamos la Laguna Escondida.









Bordeamos la sierra del Pirca, pasamos por una pequeña quebrada hacia la Laguna de Cavi, y finalmente tuvimos ante nosotros a la Laguna Grande, al pié de la sierra del Pirca.
Y la foto no se hizo esperar, allí los tenemos posando a mi hermano Miguel Ángel y a mi sobrino, Ariel. Noelia no salió porque estaba admirando algo que nos sobrepasaría, pero esa, esa es otra historia.

jueves, 10 de septiembre de 2009

El Peñón

Por fin en El Peñon. La población, que se caracteriza por sus calles arboladas, se encuentra a unas siete horas de la ciudad de Catamarca (490 km). Se accede por la ruta 43 y queda al sur de Antofagasta de la Sierra. De acuerdo al censo 2001, cuenta con 224 habitantes, con notable crecimiento demográfico si tenemos en cuenta que en el censo de 1991 figura con 162 habitantes. Claro esta que uno no sabe en dónde se esconden pues se ve a muy pocos de ellos (y no es por un exceso de urbanización). Es la primera localidad del departamento Antofagasta de la Sierra.
Tiene como fondo un cerro en el que está emplazado un Cristo al que se llega a través de un camino señalizado por blancas piedras. El agua está asegurada por un manantial de aguas potables (baja contaminación bacteriológica y bajo contenido salino).

Cuenta con una escuela y un jardín de infantes, que no siempre consigue retener a sus maestras debido a los rigores de vivir en el lugar.
Sus casas son pintorescas, para nosotros, claro. Sus habitantes, nos miran curiosos mientras descargabamos nuestros petates en la escuela, donde el maestro Carrizo había convencido a la Directora, Amelia (un abrazo, en donde te encuentres), quien nos permitió dormir en un aula vacía.
Comenzaba a hacer frío cuando tras cenar con los maestros y escuchar sus sugerencias para nuestra próxima meta, nos preparamos para dormir.
Una historia fue ver cómo Miguel Ángel trataba , inutilmente, de domar a su colchón inflable. Yo, fiel a mi vieja bolsa de dormir y a las mañas adquiridas, no tarde en caer rendido. A medianoche, ambos nos encontramos gozando de las estrellas mientras los ronquidos de los chicos, asustaban a más de un poblador.
No podría describir mi alegría, ni la de Miguel Ángel. Nos fuimos nuevamente a dormir pensando en el volcán Galán. Allí iríamos.