miércoles, 5 de enero de 2011

Quebrada del Alazán

Guandacol se encuentra a 45 km de Villa Unión, esta a 1050 MSNM. y en el Siglo XIX era Cabecera departamental. Tiene muchos atractivos pero ninguno de ellos promocionado municipalmente debido a que no parecen interesarle los turistas. Por ejemplo, sabíamos de la existencia del Vallecito Encantado, del Monumento Natural Cerro Bola, las Dunas del Cura Shimpa, Las Flechas, El Olivo Histórico, la Iglesia de San Nicolás (1797), El Distrito Minero de los Nacimientos. Solo accedimos a la ruinas arruinadas por la desidia lugareña, de lo que fuera residencia de Felipe Varela,y casi conocimos la Quebrada El Alazán.
La que fuera residencia del caudillo riojano, está ubicada por la calle principal, San Martin esquina 9 de julio. Esta semi destruida, sin techo, puertas ni ventanas, menos aún, esta protegida por algún tinglado o algo que indique otra cosa que no fuera la intención de borrar del recuerdo de la memoria histórica, a la oposición de los caudillos a los gobiernos centralistas. Es interesante ver lo que fuera el oratorio, y entre las construcciones es de destacar lo bajo de los dinteles de las puertas. En la actualidad depende de la Dirección General de Monumentos Históricos, y sabemos que al municipio se le destinaron partidas para su restauración, obviamente no ejecutadas de acuerdo al destino original. El Cnel. Felipe Varela nació en Huaycama, Catamarca, en 1819 y fue mulero entre La Rioja, Catamarca, San Juan, y Tucumán. En Guandacol conoció al Comandante de Milicias de Guandacol Don Santiago Castillo, que formaba parte de la unitaria liga del Norte, pero más le interesó su hija, Trinidad Castillo, con quien se casó y a la que no volvió a ver cuando debió exilarse siguiendo la ruta que tomaríamos.
Pese a que estábamos muy cerca, no pasamos por el olivo en donde descansara el General Nicolás Dávila y Celada con el ejército auxiliar rumbo a Chile para unirse al General San Martín; se dice que lo plantaron las monjas clarisas hace más de 300 años. Ubicar el monasterio de las monjas era uno de los motivos que me motivaban para conocer la región, tras encontrar una breve referencia sobre ellas en un viejo tomo de historia.
Siguiendo las indicaciones de la simpática farmacéutica, pasamos por el matadero local, y seguimos por el lecho del río Guandacol para transitar los 13 km. que nos llevarían a la Quebrada del Alazán, cuyo nombre responde a la leyenda de un burro orejano que jamás se pudo atrapar.

Cuando llegamos a la entrada, paramos para tomarnos unas foto teniendo como fondo el Rio Alazán, y de pronto, lo impensando. Debimos postergar nuestras ansias de observar las geoformas sedimentarias que recuerdan a las de Ischigualasto y Talampaya, en la puerta de la quebrada que nos impacto por lo lúgubre y pesado silencio interior, porque debímos regresar al observar que probablemente se desatara una tormenta.
Conocedores de los riesgos que implica cruzar un río con creciente, y temerosos de no poder desandar rápidamente los más de 10 km. sobre el lecho de La Troya (toma una hora de buena marcha con una 4x4), no dudamos. Pensando también que estábamos cerca de los pocos conocidos barrales al norte de La Troya, camino hacia la Brava, nos regresamos presurosamente, con mucha rabia, por cierto.

1 comentario:

  1. Nos paso casi lo mismo, como no hay idicaciones claras, luego de preguntar a algunos lugareños,decidimos ir por el lecho del río a ciegas al no saber si se esta cerca o lejos genera incertidumbre, y desilucionados, regresamos sin conocerla.

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