lunes, 28 de diciembre de 2009

Bajando del Galán


Miguel Àngel a la izquierda y el viajero a la derecha para recordar el encuentro, y a ponernos en marcha.
Camino y piedra, decía don Atahualpa Yupanqui; ahora comenzabamos a comprenderlo y a meditar sobre nuestra ignorancia. El paisaje volvió a sorprendernos.; el guía que acompañaba a los otros viajeros, nos llevaba de regreso por un camino diferente.
Teníamos aún al Galán con su pico nevado por detrás nuestro cuando en una nueva trepada comenzó a asomar otro macizo.
Para regresar a las tierras más bajas, paradójicamente, teníamos que sortear innumerables trepadas que daban lugar a nuevos mundos posibles, siempre desiertos, siempre de piedras, siempre sorprendentes. Todavía no bajábamos de los 4500 metros pero ya asomaban indícios de vida desafiando la esterilidad de las rocas volcánicas sembradas por doquier. Me corrijo, sólo había rocas y entre ellas, comenzabamos a vislumbrar la vida vegetal, poniéndole colores que iban de tonalidades ocres a desteñidos verde.
Dispuestos a vivir nuevas sensaciones, marchamos hacia un refugio milenario.