domingo, 19 de septiembre de 2010

Alto Jagüe

Salimos de la Villa San José de Vinchina en busca del camino a Laguna Brava, sabiendo que no llegaríamos por lo avanzado de la hora, pero con la intención de reconocer las dificultades. Acompañamos la vera del río La Troya, nos deleitamos con los paisajes de Los Colorados y en ello, se nos pasó visitar un huella petrificada de dinosaurio que tanto tiempo me había llevado rastrear en su exacta posición (y eso que lo había marcado en el GPS, a 28.º43'50.70", 68º14´59.50" O.). Se suponía que tras cruzar el río y superando un recodo, allí nos estaría esperando el Rincosaurio. Y seguramente allí estará, pero las emociones de la trepada, la vista del río y todo, todo, nos desbordaba.... y se nos pasó.
De pronto, se nos abrió una gran planicie, con lo que dabamos por superada la entrada hacia Bajo Jagüe, ubicada sobre un camino que se aparta del poblado (casi una sola calle con casas a los costados). Se cuenta que aquí residía una persona encargada de salirle al paso a los que otrora se aventuraban, dado que la zona de La Brava esta protegida. La población es tan antigua como el camino mismo, claro que ahora estaba inmejorable y nos permitía ir a buen ritmo. La explicación del por qué trabajaban máquinas viales y estaban asfaltando, tiene que ver con las necesidades de las mineras y la salida a Chile por áreas protegidas. En lo que fuera el campamento de Vialidad Nacional nos encontramos que estaba cedido a Benito Roggio, empresa encargada del corredor, camino de Alto Jague. El campamento se encuentra en el Km 857.
Tras la foto, decidimos regresar dado que atravesar quebradas de noche, con caminos no señalizados, sin asfaltar, es demasiado peligroso. Decidimos dejar para otra oportunidad conocer la Sierra de Las Vacas, Tambo de Mulas Muertas, los restos del famoso avión, la vista del Peñon Negro, del Veladero y del Morado. En fín, con mucho para ver en la próxima entrada.
Dejámos la planicie y comenzamos el descenso. Miramos como un camión cisterna nos pasaba sin miramientos y tomaba las curvas con temeraria habilidad, el sol ya no entraba en los lugares más elevados y estrechos y el camino se ponia peligroso. Tanto nos concentramos que...otra vez olvidamos de pasar por Rinconsaurio; en fin, como navegante, un tanto despistado.